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El teletrabajo está en franco crecimiento

Fuente: Diario La Nacion
Link: http://buscador.lanacion.com.ar/Nota.asp?nota_id=971774&high=Abdallah

Pedro Cifuentes es español, vive en Buenos Aires y trabaja para un jefe al que no ve nunca, excepto en la pantalla de su computadora. Es coordinador de varios productos editoriales. Se levanta temprano, porque depende del horario europeo, y mientras prende la computadora y chequea sus correos electrónicos, calienta el café y se comunica vía teleconferencia con su equipo de veinte colaboradores: la mitad de ellos están en Madrid, el resto, en Ciudad de México. «Al principio me costó mucho trabajar en mi casa; acababa de llegar a Buenos Aires y estuve buscando con quién compartir oficina. Pero ahora que mi vida social se ha consolidado, lo que más valoro es la enorme flexibilidad que tengo. Ya no pienso en una oficina y no cambiaría por nada esta forma de trabajo», dice.

Emilio, responsable del área de marketing de una empresa multinacional, va a la oficina sólo una vez por semana. El resto de los días atiende el trabajo desde su casa en Olivos, por teléfono o Internet. Envía informes sobre campañas de marketing o estrategias publicitarias a Canadá y a Estados Unidos, donde están sus jefes, mientras le calienta la comida a su hijo, Juan, o espera que se haga la hora de ir a buscarlo al jardín de infantes. «Gané muchísima calidad de vida familiar», dice. «Pero a veces trabajo más horas que cuando estaba en la oficina.»

María Inés Cura es gerenta de ventas de hardware para empresas pequeñas y medianas de IBM. Una vez por semana se queda en su casa en Bella Vista y se evita la hora y media que le consume el viaje al centro, donde queda su oficina. «Fui de las pioneras en esto del teletrabajo. En 1997, cuando mi hija mayor tenía dos años, empecé a trabajar en casa porque la nena iba al jardín a la tarde y yo no la podía ni llevar ni ir a buscar. Tenía la sensación de que había un mundo de ella que yo no conocía: las maestras, las otras mamás, las compañeritas.»

En la Argentina ya hay un millón de teletrabajadores, es decir, personas que trabajan a distancia, con poca o nula asistencia física a las oficinas de sus empresas. El año pasado eran 900.000. Esta estadística, relevada por el consultor Enrique Carrier, ubica a la Argentina a la cabeza de la tendencia en la región. De hecho, hay una comisión en el Ministerio de Trabajo integrada por sindicatos, especialistas y empresas para desarrollar esta modalidad, y se presentó un proyecto de ley que ya tiene media sanción en el Senado para que se considere el teletrabajo bajo el mismo estatuto que el de relación de dependencia. A nivel mundial, un estudio de IDC indica que para 2009 los trabajadores móviles serán el 25% de la población empleada.

Pros y contras

Entre las ventajas del teletrabajo están la flexibilidad horaria y la libertad de poder hacer la tarea desde cualquier lugar donde haya una computadora y una conexión a Internet. Entre los puntos en contra se cuentan el aislamiento y una sensación de tarea sin fin, debido a que, al no haber horarios de entrada y salida, es más difícil poner límites al trabajo. También la percepción de que aumenta la precarización laboral.

«El aislamiento no es tal», replica Angélica Abdallah, presidenta de la Asociación Argentina de Teletrabajo (AAT). «A través de Internet uno está más conectado muchas veces que en forma presencial.» Aunque admite que el teletrabajo agita varios fantasmas: «No hay que tener miedos de más: el trabajo en negro o el sobreempleo existieron antes y van a seguir existiendo; el teletrabajo no agrava esa situación».

Esta nueva modalidad está siendo utilizada muchísimo en programas de educación a distancia, consultoría, periodismo, trabajos de traductorado, descentralización de equipos de ventas, desarrollo de páginas web o software y hasta telesecretaría o manejo de agendas en forma remota, según enumera Abdallah. «Va a ser muy natural dentro de algunos años, y el mayor impacto se podrá observar en áreas rurales o localidades pequeñas, donde es muy importante arraigar a los jóvenes para evitar que se vayan a las ciudades», dice.

La especialista advierte, eso sí, que el teletrabajo no es para todos: «El hecho de trabajar por objetivos y no por horarios requiere cierta disciplina». Por eso recomienda que, en el caso de que las empresas decidan implementarlo, se elija a empleados voluntarios.

«Hace un año que trabajo así: es muy cómodo, aunque no es perfecto. Es para personas organizadas; yo mismo en otro momento de mi vida -tengo 33 años- no habría podido cumplir, habría salido todas las noches», admite, entre risas, Cifuentes, el español. Aunque suene a eslogan corporativo, Cifuentes afirma: «La libertad genera fidelidad. Yo me tomo mi trabajo más en serio desde que estoy aquí, porque significó una gran muestra de confianza». A la hora de dar consejos, enumera: «Tener ciertas rutinas que obliguen a salir a la calle ayuda a que no sea tan pesado. También trato de tener un horario para prender y apagar la computadora», explica.

Máximo R. es ingeniero industrial y trabaja para una empresa ubicada en Belgrano que hace informes de consultoría en toda la región. Hace dos años que trabaja así: trabaja en su casa o en las oficinas de sus clientes. «Yo creo que es una tendencia que irá en aumento, especialmente para aquellos que hacen trabajo intelectual», explica. «Yo no me siento una persona que trabaja en su casa, sino en el lugar donde está.»

Entre los pros y los contras, admite que tiene libertad, pero está más solo. «Cada dos meses tenemos reuniones de todo el equipo para contarnos las noticias y en qué anda cada uno, porque si no, nunca te ves la cara.» Otra contra del trabajo por objetivos es que no hay horarios. «Cuando no tenés tanto trabajo es muy cómodo, pero a veces trabajas sábados y domingos hasta la una de la mañana. Hay que tener habilidad para decir que no y dar por cerrada la jornada laboral.»

Para Emilio, que pasó de estar «adentro» a ser director de marketing y comunicaciones externo, hay que poner ciertos «intangibles» en la balanza: «Uno gana calidad de vida familiar, sin duda, pero pierde clima laboral: uno deja de estar donde circula la información, deja de tener visibilidad física. Aunque estar todo el día en la oficina tampoco te garantiza el puesto».

Ahorro de tiempo y dinero

Emilio gana la misma plata que cuando era de plantilla, pero ahora tiene más gastos: el auto, la nafta, la medicina prepaga, el celular y el costo de la banda ancha en su casa corren por su cuenta. «Gano lo mismo pero a la empresa le salgo más barato, sin duda. Pero la verdad, ahora siento que mi tiempo es mío, estoy menos atado. Ahorro en tiempo para mí, y puedo hacer otras cosas; eso es lo más importante.»

María Inés Cura tiene profesionales a cargo distribuidos en Chile, Colombia, Uruguay, Venezuela, Perú y, por supuesto, en la Argentina. «Con la tecnología que tenemos no importa dónde esté. Al tener una estructura muy regionalizada es habitual trabajar con gente de otros países, nadie pregunta si estoy en la oficina. Llaman a mi interno y atiendo, es lo que importa», dice.

Como todos, admite que quedarse en casa muchas veces duplica las horas frente a la pantalla de la computadora. «Es una jornada más intensa, sin duda. No paro ni a comer, a diferencia de cuando estoy en la oficina. No hay distracciones.» ¿Trabajar todos los días desde casa? «No, ni loca. Necesito el contacto físico con la gente, saber qué les está pasando. Lo que da esta flexibilidad es la tranquilidad de que si se enfermó la más chiquita, dejó de ser un drama la opción de ir a trabajar.»

Para Cura, el teletrabajo «es una herramienta excelente para las mujeres que tienen hijos, es un factor de retención dentro de la compañía, porque las ayuda a organizarse». ¿Y a los hombres? «Depende de la cultura familiar. Si son muy tradicionales, no les sirve: dicen que en la casa no se concentran», ríe.

Por Josefina Giglio
De la Redacción de LA NACION

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